El trágico origen del Día de los Inocentes y la razón detrás de las bromas
Cada 28 de diciembre, las redes sociales, las oficinas y las familias se convierten en escenarios de bromas, noticias absurdas y confusiones que provocan risas y vergüenzas por igual. Pero detrás de esta tradición se esconde un origen trágico que remonta su historia a uno de los episodios más oscuros del Evangelio.
La Matanza de los Santos Inocentes
El Día de los Inocentes, tal como lo conocemos hoy, tiene su raíz en un suceso dramático narrado en el Evangelio de Mateo. Según el relato, el rey Herodes, al enterarse del nacimiento de un “rey de los judíos” en Belén, se sintió amenazado y ordenó la masacre de todos los niños menores de dos años en la región, conocida como la Matanza de los Santos Inocentes. Este episodio, ocurrido alrededor del año 4 a. C., refleja el temor y la paranoia de un rey dispuesto a exterminar cualquier amenaza a su poder.
Herodes, quien gobernaba Judea bajo el dominio romano, temía que el niño profetizado como el “Mesías” pudiera arrebatarle su trono. En un intento de eliminar a Jesús, recurrió a una violencia sin igual. Sin embargo, tras el aviso de los Reyes Magos, que decidieron no regresar a Herodes después de su encuentro con el niño Jesús, el rey no logró encontrarlo.
La huida de la Sagrada Familia a Egipto, guiada por un ángel que alertó a José del peligro, permitió que el niño sobreviviera a la masacre. Este evento sombrío es la base sobre la que se construyó la conmemoración del Día de los Inocentes, aunque con el paso del tiempo, su significado original se ha transformado en una jornada de diversión y humor.
La Transformación en Día de Bromas
Hoy en día, el 28 de diciembre se asocia con bromas y engaños, un día en el que la gente se divierte jugando con la confianza ajena. Las noticias falsas circulan a gran velocidad, desde rumores absurdos sobre el regreso de equipos de fútbol desaparecidos hasta figuras públicas anunciando renuncias ficticias. Las redes sociales se inundan de chismes y sorpresas, mientras las bromas personales abundan: desde falsas convocatorias a reuniones hasta regalos que resultan ser objetos inútiles, como ladrillos disfrazados.
El origen de estas bromas tiene varias teorías. Una de ellas remonta la tradición a la actitud de los Reyes Magos, quienes, al burlarse de Herodes durante su misión de encontrar al niño Jesús, habrían sido los precursores de esta costumbre. Otra teoría señala la influencia de las celebraciones medievales, como “La fête des Fous” en Francia, una fiesta en la que se permitía a la gente ridiculizar las normas sociales y participar en un humor colectivo, especialmente durante los días de la Navidad.
En este contexto, se cree que el Día de los Inocentes llegó a fusionarse con esta festividad pagana, donde el caos y la risa se entrelazaban como un mecanismo de escape a la rígida disciplina social de la época. El historiador Mario González-Linares, en su artículo Carcajada y delirio: la fiesta de los locos, explica cómo, en la Edad Media, la risa festiva permitía aliviar las cargas de la vida cotidiana y revalorizaba a aquellos considerados “locos” por no ajustarse a las normas.
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El Legado de las Bromas
Aunque la Iglesia prohibió formalmente estas celebraciones en 1435, durante el Concilio de Basilea, las bromas en el Día de los Inocentes continuaron. Desde entonces, esta jornada ha sido una oportunidad para que la sociedad se ría de sí misma, permitiendo que tanto el pueblo como figuras de autoridad participen en una “risa colectiva”, aliviando las tensiones y marcando un contraste con las serias normas sociales.
Así, lo que comenzó como un acto de violencia y sufrimiento ha evolucionado en una ocasión para reír y jugar, aunque siempre con un recuerdo presente de los inocentes que perdieron la vida bajo el mandato de un rey tirano.
Este 28 de diciembre, mientras las bromas circulan y las mentiras se tejen, vale la pena recordar que el Día de los Inocentes también es un recordatorio de los sacrificios que la historia ha dejado atrás, transformados hoy en un día de risa, ingenio y, en muchos casos, confusión.