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El balché: la bebida ancestral que aún une a los mayas con sus dioses

Una infusión fermentada de raíces y corteza sagrada sobrevive como símbolo de conexión espiritual en las comunidades mayas de Quintana Roo.

El licor sagrado de los mayas

En Felipe Carrillo Puerto, corazón de la cultura maya viva, el balché sigue siendo mucho más que una bebida. Este fermento natural, elaborado con la corteza del árbol de Lonchocarpus longistylus, miel y agua, ha trascendido generaciones como una fórmula sagrada que conecta el mundo físico con el espiritual. Se utiliza en rituales de siembra, cosecha, curación y ceremonias comunitarias donde se invoca a los yúumtsilo’ob (señores del monte).

Leyenda viva entre milpas y altares

La leyenda local dice que el balché fue un regalo directo de los dioses para que los humanos pudieran entender los mensajes del cosmos. En los antiguos tiempos, los sabios lo bebían para abrir su mente y recibir visiones. Incluso hoy, en las comunidades mayas de Carrillo Puerto como Tihosuco, Señor o Chunhuhub, se ofrece balché en jícaras durante rituales conducidos por j’meen (sacerdotes tradicionales).

El proceso: arte, tiempo y fe

Su preparación no es improvisada. La corteza debe ser recolectada con respeto, nunca de árboles jóvenes, y fermentada en tinajas de barro bajo tierra durante varios días. Se le canta, se le agradece, y se le reza. Para los mayas, cada jícara es un vínculo directo con los abuelos que caminaron antes, y con la Madre Tierra que todo lo da.

Patrimonio cultural que resiste

Aunque el turismo y la globalización amenazan con desaparecer prácticas milenarias, el balché ha ganado valor como símbolo de resistencia cultural. En festivales como la Feria de la Cruz Parlante o encuentros de medicina tradicional, se le honra no solo como bebida, sino como parte del alma colectiva del pueblo maya.

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Presente en rituales actuales y en la vida cotidiana

A pesar de su origen ceremonial, el balché también ha encontrado un espacio en la vida cotidiana de los pueblos mayas como símbolo de identidad y resistencia cultural. En algunas casas de Felipe Carrillo Puerto, aún se prepara para compartir entre vecinos durante festividades tradicionales o encuentros comunitarios, donde se acompaña con rezos y música de jarana o sones mayas. Para las nuevas generaciones, aprender a preparar balché no es solo adquirir una receta: es heredar una parte del alma de su pueblo.

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