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Rockdrigo, gran trovador mexicano que perdió la vida en sismo de 1985

Han pasado 39 años desde los acontecimientos que tuvieron lugar, luego del sismo de 1985, con ellos, se conmemoran también incontables aniversarios luctuosos, uno de ellos es el de Rockdrigo, que se encontraba dentro de uno de los edificios que colapsó, y que perdió la vida cuando su carrera como músico contracultural comenzaba a prosperar.

Con la muerte de Rodrigo González, mejor conocido como Rockdrigo, no aplica la frase de que “su voz se apagó”, pues sucedió totalmente lo contrario, debido a que su trágica partida le dio visibilidad a la importancia de su música.

Rockdrigo abandonó su natal Tampico para probar suerte como músico en la Ciudad de México, otrora Distrito Federal, a pesar de que no contaba con una formación previa en el ámbito musical.

González estudió psicología pero contaba con una habilidad natural para interpretar géneros como el blues y la milonga, y lo hacía con una guitarra que no se encontraba en las mejores condiciones pues, antes de cada tocada, tenía que usar chicles para electrificar las ligas de su guitarra acústica, como ha contado el músico Edgar Arrellín, amigo suyo y otro de los exponentes del movimiento rupestre, fundado por el oriundo de Tamaulipas.

Para 1984, cuando el músico tenía 34 años, no contaba con una disquera, sino que iba por los mercados y los bares vendiendo cassettes que él grababa para que su música fuera escuchada; tituló a esa producción independiente con el nombre de “Hurbanistorias”.

En este cassette, Rockdrigo incluyó algunas de sus canciones que marcarían su estilo urbano como “Estación del metro Balderas”, “Balada del asalariado” y “Perro en el periférico”, en que le escribía a las circunstancias más cotidianas de la vida en al capital y las que, además, retrataban su tendencia a la soledad.

Pues a pesar de que siempre fue una persona muy sociable y con varias relaciones amorosas en su historial, como rememoró su hermana Elsa en el documental “No tuvo tiempo, la hurbanistoria de Rockdrigo”, vivía su creatividad a solas.

Con el tiempo Rockdrigo ganó visibilidad y el 15 de septiembre de 1985 fue invitado por el diario “La Jornada” a tocar en al celebración de su primer aniversario, esa fue la última tocada que el músico ofreció, pues se convirtió en unas de las víctimas del sismo.

El músico se encontraba en su departamento, ubicado en la calle de Bruselas, de la colonia Juárez, junto a su pareja, Françoise Bardinet, una mujer francesa que se dedicada a la docencia.

Sus cuerpos fueron reconocidos por Roberto Ponce, otro de los representantes del movimiento rupestre, quien además cuenta que visitó el lugar de los hechos e identificó, entre los escombros, algunas de las pertenencias de González, entre ellas su guitarra y sus gafas, todo menos la libreta en la que tenía escritas 300 composiciones.

Con su partida, no sólo dejó coartada una carrera que tenía todo para prosperar, sino una pequeña de seis años, Amanda Lalena Escalante Pimentel, mejor conocida como Amandititita, a quien tuvo a lado de Mireya Escalante, que a 39 años de la muerte de su padre, hoy lo recordó con un sentido mensaje en redes sociales, en donde compartió que, pese a su trascendencia, lo siente más cerca de ella que nunca.

“Me enseñaste que el amor es más fuerte que la muerte. Me has cuidado cada día. Cuando me pasa algo bello, suena una canción tuya. Sé que es otro de tus regalos. Así vivo en un cuento de ficción donde voy de tu lado. Tú me proteges, me guías. Gracias por elegirme para ser tu hija. Sabías que yo tenía la fuerza para continuar el camino sin ti, no es fácil, te extraño, pero es parte de tu enseñanza. La espiritualidad, que solo el amor es real”.

La muerte le traería también el reconocimiento público y el apoyo del que nunca antes contó; la inversión de una disquera en su música, pues el cassette “Hurbanistorias” fue reversionado y salió en la venta en formato de disco compacto.

Además, Genoveva González, su hermana y la albacea de sus canciones, posibilitó que se publicarán las tres producciones discográficas inéditas que ahora forman parte de su trayectoria póstuma; “El poeta del nopal” (1986), “Aventuras en el defe” (1989) y “No estoy loco” (1992).

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