Longaniza. Legado familiar
Comparte Trinidad Pérez Valdez a El Momento Yucatán la herencia de su padre, creador del manjar ancestral del barrio de Sisal.
Una herencia gastronómica del barrio de Sisal en Valladolid, Yucatán, es la longaniza, creación del ingenio de Felipe Pérez Vásquez que en la curiosidad de su juventud en el siglo XX lo llevó a crear este embutido que se volvió una identidad en la comida yucateca. Según relató Trinidad Pérez Valdez, su hija, esta pieza guarda un secreto que mantiene el sabor original de su padre.
En entrevista con El Momento Yucatán, Pérez Valdez compartió que su padre desde muy pequeño tuvo que salir a buscar trabajos temporales, entre esos en el rastro. Fue entonces cuando por curiosidad tomó una de las tripas del cerdo y comenzó a rellenarlo de carnes y otros condimentos que dio como resultado varios intentos hasta lograr un sabor que a él le gustó. “Hace 32 años, en el lecho de la muerte de mi papá, me suplicó que yo no cambie la fórmula de su trabajo, pues de hacerlo me dijo que yo debía cerrar mis puertas porque él creó algo que sería una leyenda y así fue”, expresó.
Recordó que desde niña ella veía cómo su padre le empezó a enseñar a los demás carniceros del barrio, aunque él únicamente se dedicó a la creación de la longaniza ahumada normal y enchilada desde aquel horno de piedra en la cocina de su casa, mismo que hasta la fecha sigue funcionando. “Yo dejé el empleo que tenía en una fábrica para poder dedicarme a la elaboración de la longaniza, porque desde sus inicios fue muy popular, primero en el barrio, después en todo Valladolid, hasta que de pronto nos llegaban clientes de otros municipios, estados y hoy recibimos hasta extranjeros”, compartió.
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Relató que seguir con el emprendimiento le permitió mantener vivo el recuerdo de su padre, pero también fue un punto clave para la solvencia de su hogar. Después de sufrir un accidente y quedar postrada en su hamaca, su hija, yerno y nieta son quienes ahora elaboran estas piezas que son hechas a fuego y leña.
Su popularidad y reconocimiento es tan fuerte que su único punto de venta es su hogar en la calle 49 del emblemático barrio de Sisal, con la fachada de piedra y un toldo de lámina al frente. Llegan cientos de clientes al día que aprecian el sabor único de la hija del pionero de esta pieza gastronómica que le dio su granito de identidad a todo el estado.
Con emoción y nostalgia reveló que su padre murió haciendo la longaniza, creación que siempre le llenó de orgullo. “Como a las once de la mañana mi padre estaba revolviendo tres kilos de carne para que haga su longaniza, estábamos platicando, riendo y después de la comida dijo que lo veía al rato, pero al llegar de criar a mis pollitos veo a mi papá en el suelo. Él se fue de un infarto”, relató.